El papel vence a la piedra
1
A veces me siento como una casita rodante.
Dentro tengo todo, puedo jugar a inventarme otras vidas, imaginar que soy otro animal, uno más veloz, más interesante. Quisiera tener una cola larga que se mueve cuando estoy feliz.
Me paso el tiempo dibujando, se me va el tiempo entre líneas y rellenos, aunque no forme nada.
Otras veces es solo mi refugio del mundo.
Muchos piensan que podría ser aburrido aquí adentro.
Quizá sí lo es de vez en cuando.
Llevo toda una vida dándole valor a este espacio. Este espacio que soy yo.
El otro día me abrumé aquí dentro. Todo se volvió negro.
Me incomodaba hasta la piel.
Extendí patas y cuello. Y comencé a caminar. Sin pensarlo mucho seguí.
Me detenía a tomar fotografías, solo entraba y salía por mi cámara. Atravesé muchos paisajes hermosos y luego me arrepentí de haber pasado tanto tiempo perdiéndomelos. Día, tarde, noche, todos tienen su encanto.
Durante el camino sentí un cosquilleo en mis patas. Era la tierra, se movía extraño, como si girara. Si paraba, sentía fundirme con la tierra.
Así que no paré, a pesar del miedo.
El paisaje nocturno dejó de existir. Fue reemplazado por luces.
A lo lejos percibí un orificio muy iluminado.
Sentí mucho movimiento en todo mi cuerpo, ya no tenía control sobre mí. Algo me recorría.
Sentí que me iba.
Pero quería saber a dónde.
Y aquí estaba de nuevo.
En otro lado. Hacía mucho aire, nada se veía familiar. Pero seguí caminando sin saber a dónde iba.
Escuchaba apenas el rechinar de un columpio. Me acerqué.
Había una chica tirada en el pasto. El columpio seguía rechinando.
Quería ver qué hacía. Me acerqué por detrás de uno de sus brazos. Era yo, estaba dibujándome.
2
Un día mientras me columpiaba recordaba que el papel vence a la piedra.
Cuando estaba en primero de primaria, tenía que escribir un cuento
Intentaba imaginar algo, alguna historia.
Nada.
Había una vez una tortuga... Apenas pude escribir. Y no, no pude seguir, me paralicé, como una piedra.
No lo entregué. Nunca supe por qué no pude hacer algo tan sencillo.
Estuve columpiándome por mucho tiempo. Dejé de distinguir mis alrededores. No sabía cuánto tiempo había pasado.
Cuando fui bajando la velocidad, noté todo distinto.
Los juegos se veían desgastados. Faltaba el sube y baja que estaba frente a los columpios.
Paré por completo, intentando entender.
Me tiré al pasto a dibujar.
No podía entender lo que estaba sintiendo.
Se me fue el tiempo entre líneas y rellenos, no formaba nada.
Me invadió un sentimiento de nostalgia y me vi.
Me vi.
Lucía diferente. Pero era yo.